En el paisajismo hemos transformado los paisajes desde distintos enfoques, pero es en momentos de guerra (mediados del siglo XIX) o los momentos de migración a las ciudades industriales (el siglo XX) cuando surgen los primeros huertos urbanos.
Se originan con el propósito de que las familias con mayor pobreza los trabajasen y recolectasen sus productos para autoconsumo, resolviendo así la hambruna en las zonas con más población concentrada. Como curiosidad decir que, en los años 40, el 70% de la población española trabajaba en el campo y al comenzar el siglo XXI solo un 7% de la población continuaba en él. Es también con el cambio de siglo cuando se retoman ideologías concienciadas con mantener y respetar el medio ambiente, en ese momento, retomamos el tener un pequeño huerto urbano en nuestro día a día, siendo ahora no por obtener alimento en las épocas malas sino por conseguir la máxima frescura y calidad en nuestro alimento. Además, nos aporta paz, armonía, momentos de desconexión del estrés del trabajo, etc… En ese momento deja de ser algo que escondamos en nuestro jardín a ser algo que incorporemos al conjunto paisajístico de nuestro particular edén personal, en el que no solo tienen sitio las hortalizas sino todo tipo de aromáticas o plantas de valor culinario.
En unos años hemos pasado de tener un huerto con distribución clásica de líneas rectas, a tener formas y volúmenes que se unifican con el diseño arquitectónico y paisajístico, siendo ahí donde nuestro estudio cuidaría todos los detalles para lograr un resultado que nos cautive desde el primer momento.
Lo más novedoso con el crecimiento de las ciudades es la incorporación en los patios comunes o terrazas privadas las hortalizas, aromáticas o frutales, además de pequeñas mesas de cultivo en los que tener nuestras hortalizas sin privarnos de la comodidad de estar en el centro de una gran ciudad.
Fdo. Adrián Castro Pouso